dimarts, 29 d’abril del 2008

El viatge als Pirineus: primer capítol (14-4-08)



Por fin llegó el día de irnos de final de curso todos juntos aunque algunos amigos se hayan quedado atrás, así que después de tres años de infantil, seis años en primaria y cuatro en la ESO llegó el gran día.
Era por la mañana. A las ocho en punto estábamos todos preparados con nuestras súper maletas, sobre todo la de Ana, que parecía un tanque. Los demás llevábamos varias maletas de tamaño medio, y cuál fue nuestra sorpresa al llegar ver el autobús que había venido a por nosotros. A simple vista era feo y soso, sin dibujo en los laterales, y por dentro peor todavía, pero bueno, estuvimos un rato debatiendo si subir o no y no muy convencidos empezamos a meter las maletas… Pero es que tampoco cabían y el conductor nos coloco las maletas en los asientos con nosotros y ahí ya fue el colmo de los colmos. Mariluz y Manuela decidieron que en ese autobús no fuéramos y llamaron a la agencia, a los autobuses, y nos consiguieron otro autobús. Así que tuvimos que esperar hasta las 10 y media más o menos, pero fue una experiencia más en nuestro viaje.
Cuando llegó el otro autobús eso ya era otra cosa: con tele, servicio (pero que estaba cerrado), y dos asientos para cada uno… Así que metimos las maletas, que aquí sí que cabían todas, nos despedimos y nos fuimos rumbo a los Pirineos. Durante el viaje muchos se quedaron durmiendo, otros iban contando historias. David empezó a contar chistes como el de los castores, y a las dos horas paramos en un centro de servicio. Allí almorzamos, aunque ya habíamos comido algo en Massanassa durante la espera del bus. Nos comimos un polo cada una, Cristina Cigüela se comió un corneto de una manera muy especial que se lo come ella (sin pensar mal) jeje. Y nos pusimos rumbo otra vez hacia el destino. A las dos horas volvimos a parar a hacer nuestras necesidades y tal y otra vez al autobús.
Durante el trayecto jugamos unas cuantas partidas al uno y finalmente empezamos a subir por montañas interminables que nunca se acababan. Eso sí, habían paisajes muy bonitos, y justo en el pico de la montaña en el quinto pino (nunca mejor dicho), estaba el pequeño pueblo de Pujalt, con el albergue Ca l’Anton, un pequeño albergue rural bastante mono y acogedor, sobretodo.
Así que bajamos las maletas y nos fuimos instalando en las habitaciones, hubo un poco de lío en las habitaciones por el tamaño, la disposición de camas, falta de ventilación pero al final se arregló todo y la disposición quedo así. En una habitación estaba Manuela, en otra Mariluz, en otra todos los chicos (David, Vicente, Josep, Carlos, Fran) y las chicas en dos habitaciones: en una Ana Mª, María, Cristina Cigüela y Cristina Ballester, y en la otra Ana, Isamar, Tamara y Rebeca, pero casi siempre estábamos todos juntos en una habitación.
Y bajamos a cenar, ya que estábamos hambrientos, y cuando empezaron a servir la cena y la fuimos probando estaba buenísima. De primero nos pusieron macarrones a la boloñesa, luego carne empanada y de postre mousse de fresa o melocotón en almíbar, Riquísimo! Y nos fuimos a nuestras habitaciones, nos instalamos un poco mejor, vimos un poco la tele, nos duchamos y nos sentamos en las camas a charlar un ratito, por lo menos las chicas; y los chicos me han contado que estuvieron toda la noche que si peleándose, mojándose y tirándose nata pero, en fin, al final todos a dormir que al día siguiente empezaba toda la aventura.
Continuará…..

Por Rebeca Asensi González